30 Sep
30Sep


El buceo es una actividad [generalmente] no competitiva, que muchas personas tomamos como deporte, de manera relajante, recreativa y disfrutable. Bucear es asombroso, embriagante, fantástico, apasionante. Para muchos de nosotros bucear es sentirse vivo, es una aventura; se encuentra embebido en nuestro ser; pensar en vivir sin poder bucear nos parece una tragedia con todas las letras.

No puedo decir que es el mejor deporte o la mejor actividad en general, porque eso es altamente subjetivo. Pero puedo afirmar que para mi lo es. Muchos buceadores tenemos al buceo casi casi como una obsesión. Gastamos plata que no tenemos en el equipamiento que se nos antoja, rasqueteamos el almanaque en busca de cuanto día libre podamos encontrar para ir a zambullirnos al océano, al río o la cantera a la que podamos llegar en el tiempo disponible. El Caribe, un naufragio en el Atlántico Norte, una visita a la Antártida, o por lo menos una tarde en algún charco cercano, lo que sea. Y todas esas opciones son excitantes.

Ahora que la menciono nunca fui a la Antártida; tal vez algún día me anime a aguantarme el frío extremo que debe hacer fuera del agua y pueda juntar unos pesos para ir. Eso tiene que ser una muestra de hasta donde podemos llegar algunos individuos con las obsesiones que nos han tocado. A quien no bucea, pensar en ir a tirarse al agua en esos lugares le debe sonar como querer ir a escalar el Everest [1][2]; pero siempre hay gente dispuesta a hacer cosas que al resto nos pueden parecer disparatadas.

Buceo mucho en el noreste atlántico [3], en aguas oscuras y frías, de poca visibilidad, pero con abundantes naufragios y tesoros. Claro, mis tesoros son tales solamente para mi y para algún otro pirado como yo. Comprendo muy bien el porqué el resto de la gente los ve como pedazos de cosas, fierros inútiles traídos con el único objetivo de estorbar. Si, los buceadores de naufragios, sobre todo en el noreste atlántico somos muchas veces recolectores de souvenires, buscadores de chatarra. Pienso que las condiciones un tanto adversas, sobre todo la poca visibilidad, juegan un rol importante en esa pasión cleptómana que muchos tenemos en esos entornos. Y digo en esos entornos porque cuando buceamos en aguas claras y cálidas, como por arte de magia, no rescatamos porquerías tesoros, sino que miramos y dejamos para que otros disfruten.

Sea cual sea el tipo de buceador que le tocó ser, seguramente sentirá esa necesidad imperiosa de ver una nueva sumergida en su futuro inmediato, y comprenderá estas palabras de forma mucho mas clara y directa que quienes nunca han buceado.

¡Bienaventurados los buceadores que pueden vivir su vida una buceada a la vez!


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[1] Aunque hoy día subir al Everst parece ser más una atracción turística que el tipo de odisea que nos viene a la mente cuando lo mencionamos.
[2] En realidad más de una vez he tratado de convencer a mis hijos para hacer un ascenso familiar al Aconcagua, que por lo que he visto en internet, no está tan “turistizado(?)” como las subidas al Everest, pero hasta ahora solamente he recibido miradas burlonas por parte de ellos.
[3] Esa mención al “noreste” atlántico, o a la costa “noreste”, que hago a menudo se refiere a la costa noreste de los EEUU, sobre el océano Atlántico. Ya se que es una terminología tremendamente localista y un poco egocéntrica, pero, tal y como lo aclaro por aquí y por allá en varios de mis escritos, es la forma en la que se la referencia en mucha de la literatura, sobre todo en los libros más popularizados que tratan sobre buceo en general y buceo de naufragios en particular. Pido disculpas si a muchos les suena inapropiado, por la razones que fuere.