Patoterismo en el mundo del buceo

¿Patotero, sicópata, o narcisista? 

Con una población estadística de sicópatas del 1%, y entre un 5 a 10%, o más, de narcisistas de todo tipo y calaña [1], podemos inferir que por lo menos una de cada diez personas con las que nos cruzamos padece en mayor o menor grado de esas condiciones. Tal vez no sepamos quienes son, o hasta que grado sufren de esos trastornos, pero que los hay, los hay.


Por supuesto que muchas personas son simplemente bruscas, mal educadas, tienen poco roce social, pasan por malos días, y todas las escusas posibles que se nos puedan ocurrir para racionalizar actitudes y procedimientos que pueden no gustarnos. Sin embargo, para algunos de ellos la realidad es otra; padecen los trastornos arriba mencionados y generalmente los etiquetamos simplemente como patoteros.


Carecen de empatía y son capaces de comportamientos tóxicos. Viven con sentimientos profundos de inadecuación y poseen una baja autoestima que ocultan mediante conductas completamente opuestas. Simulan una confianza desmedida en si mismos, muestran gran certeza en todas sus afirmaciones, defienden vehementemente todas sus acciones y procedimientos, y recurren a la arrogancia para tapar sus carencias. En realidad, y aunque tal vez esto muchas veces nos suene un poco excesivo, estos personajes son nocivos, maltratadores, acosadores, pendencieros, y la lista sigue. Pero se muestran encantadoras, y terceras personas muchas veces no comprenden lo que es ser depositario de esta maldad, o de una segunda agenda.


Mirándolo fríamente, los patoteados son nada más ni nada menos que sus víctimas. No importa que lo acepten como tal, lo comprendan, y no les importe. No nos engañemos; aunque seamos más grandes, más fuertes, y no nos veamos realmente amenazados físicamente por el patotero, aún así estamos siendo víctimas de su compartamiento y atravesando situaciones que no tenemos por qué tolerar.
El patoterismo narcisita muchas veces es solapado. Se disfraza de intenciones de cuidado y ayuda. El patotero simula querer hacer lo mejor para sus víctimas. Las envuelve, les va cercando los caminos de salida y escape. Encamina su estrategia para que a primera vista, y tomando cada instancia como un caso aislado, su actitud no resulte tan evidente (técnica de la rana hervida). 

Muchas veces es un tira y afloje que nos puede hacer creer que el victimario es simplemente rudo o maleducado. Pero la verdad va mucho más allá. En algunos casos, si el resultado obtenido por la víctima parece acertado en cierto sentido, ésta puede llegar a pensar que el maltrato está en realidad en su propia cabeza, que no es para tanto, o que valió la pena. Puede racionalizar las acciones del victimario como buenas o necesarias, y hasta sentirse culpable o desagradecido por tan solo dudar de sus intenciones o de la validez de la estrategia empleada (disonancia cognitiva).


Es cierto que la mayoría de las veces no nos será fácil darnos cuenta de que estamos ante esta situación. Pero si nos llama la atención el trato o los modales de un tercero, el primer paso es abrir nuestra mente a la posibilidad de que estamos siendo víctimas de un patotero. Aunque estos digan querer ayudarnos o querer compartir con nosotros lo que fuere, su único objetivo es parasitarnos para superar sus propias inadecuaciones.


Pero otras veces es evidente. Cuando se ve en peligro o amenazado de verse menos que otros, no se disfraza de nuestro igual y procede directamente al menosprecio, al ataque, a enseñar brutalmente esa máscara de persona segura de sus propias acciones, que tanto le gusta exhibir. Explicado como la necesidad de llenar un vacío de atención que degenera en esa especie de delirio de grandeza, necesitan el reconocimiento constante de que son mejores, más fuertes, o de que saben más. Ellos realmente creen que es así. De alguna extraña manera se convencen a si mismos de que son especiales.


No se trata de tener que ser políticamente correctos, de no herir sentimientos por pensar diferente, de dejar de marcar errores y no plantear alternativas. Para nada. Si pensamos diferente expresémoslo. Si tenemos otras ideas, digámoslas. Si seguimos otros procedimientos, o si creemos que los que están siendo discutidos están errados o pueden mejorarse, compartamos nuestro pensamiento. Nadie debería ofenderse por que no aceptemos sus verdades, o por plantear alternativas; aún si estamos equivocados. Pero la discusión debe llevarse a cabo con altura, con educación, con razones, con respeto.

Patoteros en el buceo 

Los buzos somos parte de la sociedad en la que estamos insertos. Somos padres, hijos, esposos, vecinos, amigos, jóvenes, viejos, flacos, gordos, altos, bajos, sanos, y enfermos. No somos una tribu urbana separada del mundo, aislada de sus cosas buenas y malas. Por ello, y desgraciadamente, el patoterismo también existe en nuestro deporte, y lo hace en un grado mayor al que a primera vista parecería que queremos creer que es posible. De lo contrario no nos sorprendería tanto cuando alguien llama al patotero por su nombre, y no buscaríamos formas de disculparlos, de darles otra oportunidad más, y luego otra, y luego otra.


Los patoteros (ya sean meros patoteros, sicópatas o narcisistas) pueden ser compañeros de buceo, buceadores con los que nos cruzamos en el charter, profesionales del buceo, operadores de centros y demás, etcétera. Están en todos lados, en todos los niveles. Recuerde, potencialmente son uno de cada diez; tal vez más. Algunos simplemente se presentarán como de pocos amigos, solitarios, serios, cascarrabias si así se los puede denominar; pero son más que eso. Otros tratarán imponer al resto su manera de pensar y su voluntad; algunos de ellos de manera degradante, abiertamente abusiva. Querrán obligarnos a aceptarlos, respetarlos, y obedecerlos sin chistar. Nuestra duda los ofende. 

Nuestras ideas de posibles alternativas a sus mandatos los hacen sentir insultados. Nuestra exigencia de un mejor trato es ridiculizada con ironía. Nuestra compostura es interpretada como debilidad. Nuestra estrategia de respetarlos y tratar de comprenderlos para mostrarles que hay un mejor camino de relacionamiento los alienta a seguir adelante con su estrategia. No toleran los límites que otros les pongan frente a su abuso; los irrita y queda al descubierto la fragilidad de su personalidad.


No tienen arreglo. No los vamos a corregir. No los podemos convencer. La única opción a nuestro alcance es dejarlos de lado, borrarlos de nuestro círculo. Son un lastre que nos puede conducir a abandonar esta actividad. Nos limitará, ya que nuestro futuro estará limitado por lo que ellos quieran o puedan hacer. No hay crecimiento para nosotros por fuera de ellos, si es que les permitimos que nos mantengan orbitando a su alrededor. 

Pueden dañarnos, ya que mayoritariamente sus posibilidades reales de crecimiento y adaptación, están limitados a aquello que refuerce sus creencias o posibilidades. Pueden condenarnos a quedar por fuera del avance hacia otras visiones, otras estrategias, nuevos descubrimientos y desarrollos, y nuevas tecnologías. Sin ninguna duda, sin ellos estaremos mejor, mucho mejor.
Usted ya tendrá una sospecha de quienes han sido, son, o pueden llegar a ser esos personajes con los que se ha venido topando y se topará. Pero muchos le pasarán inadvertidos. Los más maquiavélicos, los más arteros, cubren muy bien sus estrategias. Esté atento; intentarán confundirlo.


El que realmente quiera compartir con usted sus experiencias, el que busca que usted disfrute a su lado, el que quiere aprender y ganar experiencia con usted, el que quiere transmitirle su conocimiento y su experiencia, el que ve en usted a un igual, el que busca proveerle un producto o servicio que realmente le será útil, no se impondrá, no lo destratará, no lo hará sentir inadecuado. Todo lo contrario, buscará contagiarlo de sus pasiones o contagiarse con las suyas. Esto es un comportamiento sano y deseable para todos.

Las redes sociales 
Las redes sociales están plagadas de ellos. Por supuesto que no son todos los que están, pero parecería que están todos los que son. Sin duda que hay muchísimas excepciones, pero ellos generalmente hablan más y más fuerte. Controlan las discusiones y fuerzan los focos de las mismas a los que sus puntos de vista suelen ser. Son absolutos en sus juicios y lapidarios en sus insultos.


Umberto Eco [2] ha mencionado en varias oportunidades la injusta y peligrosa tendencia de las redes sociales de disimular las diferencias entre expertos y charlatanes, legitimando falsamente las palabras de éstos últimos de manera desproporcionada. No brindan marcos de referencia para que quienes escuchan o leen a ambos puedan darle a cada uno la atención que se merecen. Una de sus afirmaciones fue: “[El drama de] Internet [es que] ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”. Cuidado, el tonto del pueblo puede ser cualquiera (incluido yo) que usted pueda leer vagabundeando por la red de redes. No deje que el tono de quien afirme lo que afirma le haga creer que tiene la razón. Piense, luego exista [3]. Busque fuentes de información verificable. Dude y analice.


Los patoteros en las redes sociales son, como no podía ser de otra manera, burlones, maleducados, cargados con ínfulas de grandeza, exigen un respeto que son los primeros en negarle a los demás. Se muestran sorprendidos por nuestra negativa a aceptar sus soluciones sin titubear. Se ofenden por nuestro “aparente” desconocimiento de sus verdades. Ven como debilidad nuestro modo de responder racional y respetuosamente sus planteos intransigentes.


Me temo que es un mal que no tiene solución. El prohibir, el censurar, no es el camino. No ayuda, sino que limita nuestra libertad de expresión en general. Lo que podemos hacer es estar atentos y ponernos a buen recaudo de ellos. Ellos no van a comprender, no les vamos a poder mostrar otros caminos. Si nos aferramos a discutir con ellos, simplemente estaremos perdiendo nuestro tiempo, aburriendo a muchos otros participantes, y siguiéndoles el juego. ¡Ignorémoslos!

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 [1] * Ana Sanz, Clara Gesteira, Jesús Sanz, María Paz, Prevalence of Psychopathy in the General Adul Population: A Systematic Review and Meta-Analysis, National Library of Medicine, https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8374040/. * Abigail Marsh, PhD, American Psycological Association, https://www.apa.org/news/podcasts/speaking-of-psychology/psychopathy. * Jasmine Kaziauskas, 1 in 22 people is psuchopath here's how you can spot them, New York Post, https://nypost.com/2023/07/08/1-in-22-people-is-a-psychopath-heres-how-you-can-spot-them/. * etc.

[2] Umberto Eco fue un afamado escritor y filósofo italiano contemporáneo. Tal vez lo conozca por algunas de sus obras, como ser El Nombre de la Rosa y El Péndulo de Foucault. Se ha hecho una película de la obra El nombre de la Rosa, con Sean Connery en el papel de un centrado investigador que debe resolver una serie de asesinatos en un monasterio Franciscano del siglo 14.

[3] Ese no fue Umberto Eco, sino René Descartes en su “Discurso del método” (“yo pienso, por lo tanto soy”, “cogito ergo sum”).