Esa delgada línea roja …
… que separa el recomendar del prohibir [1].
Tal vez sea porque soy un buceador, y no adicto a otra clase de pasatiempo, que percibo que en nuestra actividad se da de manera muy habitual eso de querer prohibir. Prohíben los dueños del bote, del centro de buceo, del lago. Prohíben también algunos buceadores como usted o yo, que sin poder realmente prohibir quieren convencer al distraído de que si pueden. Somos individuos libres y a menos que el uso por parte de un tercero de su propia libertad pueda poner en peligro a ese mismo o a otro tercero, tenemos que contener esa poderosa tendencia a querer prohibir, a querer controlar todo y a todos. Tal vez ese comportamiento sea consecuencia de la necesidad de estabilidad, de seguridad, que tenemos codificada en nuestro ser y que requiere en mayor o menor grado un entorno predecible donde desarrollarnos como individuos sociales.
Las personas somos generalmente muy buenas para racionalizar nuestras creencias y punto de vista. Nos es fácil idear excusas y razones que avalen aquello que nos parece correcto, reafirmándonos a nosotros mismos que estamos en lo correcto. Comprendemos, por un mero asunto de buena convivencia, que sin duda debemos estar equivocados en algún tema; sabemos que no podemos estar siempre en lo correcto, nos sabemos falibles. Pero por lo general, cuando tratamos algún asunto puntual, sea éste el que fuere, como por arte de magia asumimos que no es éste aquel en el cual “podemos llegar a estar equivocados”. Es en ese entendido que tenemos que hacer un esfuerzo consciente en aplacar ese imperioso impulso a mandonear, a querer obligar a los demás a ver la realidad tal y como nosotros lo hacemos. Es entendible pués, que hablando de una actividad recreativa y opcional, de cierto riesgo, nuestro espíritu controlador se desacate y sin darnos cuenta queramos ponernos a dar órdenes a diestra y siniestra sobre qué hacer y cómo hacerlo. ¿Y qué mejor manera de traer orden al caos, cuando algún tercero no comparte nuestra perspectiva, que el prohibir?
Obviamente en un grupo numeroso y diverso como el nuestro, habrá muchos puntos de vista diferentes sobre cada uno de los temas que podamos calificar como importantes. Por ejemplo en el tema de la seguridad, ya sea la propia o la ajena, a menudo se desatan discusiones interesantes. Las posiciones extremas en este caso parecen ser las de “prohibido hacer ésto” y “dejalos que se maten”. Claro que hemos ido aprendiendo y a medida que vamos madurando encontramos una enorme variedad de posturas intermedias, más sociables. Sin embargo de vez en cuando, y muchas veces sin notarlo, somos categóricos, inflexibles, no damos lugar a alternativas o a opiniones discordantes; porque para nosotros es obvio que están equivocadas.
Uno de los ejemplos que en mayor o menor medida contará con muchos defensores es el concerniente a no poner en peligro a bien intencionados terceros que puedan tener que asistir o rescatar a aquellos que por tozudez deciden hacer las cosas mal. El problema radica en cómo definimos eso de “hacer las cosas mal”. Si queremos cortar grueso, nadie debería bucear ni practicar ningún deporte de riesgo; y todo aquello que no fuera específicamente necesario para nuestra supervivencia como especie debería estar prohibido. Pero si decidimos hilar fino y ser más específicos con lo que si y lo que no se debería hacer, entraremos más temprano que tarde en un laberinto lógico. ¿Qué criterios utilizar? ¿Dónde fijar los límites? ¿Por qué allí? ¿Por qué no allá?
Si por puro milagro lográramos definir un criterio racional y sensato para poder decidir qué si y qué no, seguramente nos pondremos ahora a pelear en lo referente el alcance del mismo, a su marco de aplicación. Parecería ser que los seres humanos estamos predestinados a disentir, a no moverse en un bloque homogéneo. Hoy por hoy creo que eso es bueno, es lo que nos hace humanos, para bien o para mal. Caso contrario,¿cuántos eventos decisivos para nuestro avance cono sociedad no habrían sucedido por poder ser vistos, entre otras cosas, como inseguros? ¿Cuál sería el estado del avance técnico en medicina? ¿Aeronáutica? ¿Energía? ¿Construcción? El Everest aún sería inespugnable. Poco sabríamos de los mares por debajo de unos pocos metros, y muchas partes de la Tierra aún estarían sin explorar. Si esa aversión extrema al riesgo, que es de lo que extremar esa falsa idea de seguridad trata, fuera de alguna manera parte propia de nuestra naturaleza humana, tal vez el Homo Sapiens nunca hubiera salido de África hace 100 mil años, no hubiera buscado relacionamiento tribal para la caza mayor, no hubiera domesticado bestias, tal vez ni el fuego sería parte normal de nuestras vidas.
Por ello es importante que señalemos de la mejor manera lo que creamos que está mal. Pero explicando, razonando, en un diálogo, escuchando lo que el otro tiene que decir al respecto y argumentar en consecuencia. Tal vez observemos una nueva perspectiva y terminemos haciendo algo de una manera diferente, que hasta hace unos minutos considerábamos errónea. Pero cuando recurrimos a una actitud autoritaria ya estamos por el mal camino. Aquel a quien estamos obligando a hacer esto o aquello de esta o aquella manera, si no está convencido de lo que le estamos imponiendo, desechará nuestra “bien intencionada” imposición apenas se libre de nosotros.
Entiendo que pueda tomarse una actitud más tajante cuando aquello con lo que disentimos puede poner en riesgo directo a ese tercero o a otro. Pero también en ese caso debemos recurrir primeramente a tratar de explicar el punto de forma tal que no parezca una imposición. Si no logramos convencer al buzo en cuestión, podemos dejar bien claro que de persistir por ese camino nosotros no participaremos de aquello de lo que supuestamente deberíamos ser parte.
Usted no tiene porqué compartir mi punto de vista. Si buscara que todos coincidieran con mi visión escribiría sobre “cómo hacer para que no se le empañe la máscara” o “los 7 secretos para disfrutar al máximo sus próximas buceadas en coloridos arrecifes [2]”. Pero por favor, no sacie su sed de control, no alimente su ego, prohibiendo a sus iguales, o a sus futuros iguales, aquello que no le corresponda a usted prohibir.
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[1] Soy muy recurrente en este tema, lo se, pero es que me topo con ese tipo de actitudes con demasiada frecuencia.
[2] Bueno, si realmente existieran 7 secretos para disfrutar del buceo en arrecifes me gustaría saberlos.