No llevo una bitácora de buceadas [1].
Parece un pecado decirlo, un sacrilegio ponerlo por escrito. Pero no soy el único, muchos buceadores tampoco lo hacen, solo que no lo dicen. Muchos instructores lo callamos en secreto cuando en las clases de aguas abiertas hacemos especial hincapié en la “importancia de llevar una detallada bitácora de buceadas” -léase con voz grave y profunda.
Es cierto, cuando uno es un buceador novato es mas simple y mas efectivo tomar notas del peso que agrega o quita para cada configuración de equipamiento, para éste o aquel tipo de traje húmedo o seco y para diferentes entornos. Al principio es emocionante ver acumular esos minutos de tiempo de fondo, o hacer una planilla mental de las diferentes profundidades en la que se ha estado. Es una forma de prestar atención y recordar detalles importantes. También tiene un componente social, reunirnos alrededor de una mesa con amigos para anotar y comentar los detalles de la buceada que acabamos de hacer es divertido.
En buceo un poco más avanzado, por ejemplo cuando se están planeando una serie de buceadas de dificultad incremental con el fin entrenar para un determinado objetivo, como ser bucear el Andrea Doria o el Lusitania, muchas veces se toman notas detalladas. Pero esa no es una verdadera bitácora de buceadas en el sentido mas general; es en realidad un plan de buceo, parte propia de un proyecto específico. Así que no creo que cuente como tal.
Pero una vez que se han sumado unos pocos cientos de buceadas, más le vale al buzo tener una idea bastante clara del tipo de protección térmica que requiere para éste o aquel entorno en ésta o aquella época del año. Lo mismo sucede con el peso adicional que debe cargar y todo aquello que se escribe en la bitácora.
¿42 grados Fahrenheit, traje seco, dobles 100 pies cúbicos, 4 libras de placa base, poca visibilidad, corrientes moderadas a fuertes? ¿26 grados Celsius, traje de 3 mm, cilindro simple de 12 litros, BCD tipo chaleco, 6 kilogramos de pesas, buena visibilidad, escasa corriente? Nada de eso merece ser tratado como un caso especial, después que el buzo cuenta con abundantes buceadas en diferentes entornos.
En el único caso en el que se me ocurre puede resultar útil llevar una bitácora de buceada es cuando el buzo viaja mucho y quiere recordar exactamente qué usó en determinado destino, cuando lo visitó hace 3 o 4 años. Yo no lo hago, pero comprendo a quien opte por ello. En última instancia el llevar o no llevar una bitácora de buceadas es una preferencia personal. Hay buceadores a los que les gusta hacerlo, habemos buceadores que no le damos la menor importancia.
Ahora bien, cuando se está aprendiendo una nueva especialidad, la bitácora puede jugar un papel importante en lo referente a completar el plan de buceada, a manera de un antes (el plan) y un después (la bitácora, el resultado obtenido en la ejecución real de la buceada planeada), lo cual nos será muy útil como referencia para los próximos planes de buceada que realicemos.
Es más, en ciertas especialidades una adecuada dupla plan-bitácora es fundamental, sobre todo en tipos de buceo avanzados (por ejemplo en buceo técnico).
Lo que no debería hacerse es tratar el tema como si fuera un mandamiento ineludible. Algunas veces es señalado como requisito para acceder a determinado tipo de entrenamiento, para “comprobar” que el buzo tiene la experiencia mínima requerida. ¿Qué demuestra la bitácora que el buceador no les pueda contar verbalmente? ¿Creen que es posible mentir cara a cara pero no al escribir en una libreta? Creo que en el fondo lo que sucede es que algunas personas gustan de regular e imponer; tal vez eso les hace sentirse importantes, conectados, parte de “los que mandan”, o con poder.
Hay que dejar de ser rebaño; cuando en su próximo curso de buceo avanzado le exijan que presente su bitácora de buceadas, tíreles el snorkel por la cabeza, ya que seguramente tampoco lo usará tanto como le han querido convencer que lo hará.
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[1] Muchos la llaman por el término en inglés: “Log” o “Dive Log”.